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John Jairo Velásquez, alias Popeye cumplió condenas por terrorismo, narcotráfico y asesinato desde los años 90 hasta 2014 cuando quedó libre, pero en 2018 volvió tras las rejas por extorsión y concierto para delinquir. Ahora ha sido condenado a “muerte” por los médicos.
El cáncer es su verdugo y contra todo pronóstico parece que la enfermedad por fin logrará hacer lo que muchos no han podido: ni sus némesis, ni los enemigos de Pablo, ni la ley de la calle o la misma justicia… Acabar con la vida del sicario.
Ese rostro impávido, socarrón e indolente hoy se siente bajo la deshidratación mórbida de la falta de oxigenación en sus células. Él no demuestra su miedo, seguramente aferrado, como una rama de cerezo ante la más violenta tempestad, a su leyenda, a un incompresible código temerario de asesino, de usar el temor como un divertimento que no paraliza si no que da una inyección de adrenalina que pone su corazón a latir como una bomba atómica contenida en su frágil humanidad. Con menos léxico que ideas para no sucumbir ante la inminente amenaza de muerte.
Pero su cara de resignación, va en contravía de su ser combativo, sin duda el Popeye pendenciero, que Colombia conoce, cierra los ojos y se imagina ultimando con tiros de gracia la enfermedad, para caminar victorioso a ver morir la metástasis en su cuerpo, mientras se refresca con una gaseosa en una tienda de barrio cualquiera, en su ciudad eterna, como si no acabase de ver a los ojos a la muerte.
En ese ceño fruncido de gatillero sedicioso se hospeda una noble mueca de nobleza, que clama ayuda a pesar del hombre, fraguada por el dolor físico, alimentada por el abandono de la fuerza, y el querer estar vivo entre tanto muerto.
Es el rostro de un hombre en etapa terminal de cáncer, ahora, igual que antes, Popeye sigue plagado de muerte, pero en esta ocasión no persigue a nadie, porque el perseguido y emboscado de muerte es él mismo “la leyenda”…
Ante el lapidario dictamen de los médicos que hoy tratan al otrora jefe de sicarios del hombre más buscado del mundo, el narcoterrorista Pablo Escobar, el médico quindiano, Brando Camacho Vargas asegura, “Popeye es una leyenda que el país necesita con vida. Y yo podría sanarlo.” Explicando que bajo su tratamiento científico y cuidado, se pueden esquivar las mortales consecuencias del cáncer.
Camacho Vargas es médico cirujano general, egresado de la Universidad de Caldas, y viene aplicando con magistrales resultados en pacientes con Cáncer un científico y «novedoso» tratamiento con análogos estructurales por inhibición competitiva, medicina reconocida por la O.M.S -Organización Mundial de la Salud-, y actualmente aplicada en la oncología de vanguardia.
Para el galeno la enfermedad es letal porque: “la medicina le da al paciente un diagnóstico de muerte más no de una enfermedad que hay que vencer en una carrera de 100 metros.”
Expone el profesional de la salud, que urge tener a John Jairo en casa, para inhibir el suministro de energía (glucolisis y fermentación) depositada en los enlaces de potente energía, fundamentales para la propagación y desarrollo del cáncer, en el caso de la glucosa que se enciende enzimáticamente en ácido láctico para dar lugar a la fermentación como consecuencia de una célula que ha dejado su proceso aeróbico y está funcionando de manera anaeróbica.
De esta manera, está seguro de poder elevar exponencialmente la expectativa de vida de Popeye para que supere la enfermedad siendo nuevamente funcional, en todos los aspectos de su vida. Como resultado de la corrección de la disrupción metabólica frente a la eliminación del cáncer.
En otras palabras explica el galeno, que Popeye está pasando por la molestia de unos paliativos que calman su doloroso descenso al infierno, resignando su espíritu de guerrero, a abandonar la fuerza vital que se debe buscar para el ascenso del paciente a la vida, a su cotidianidad, en su caso a su genuina y repulsa rebeldía.
El médico, actualmente trata un considerable número de pacientes con Cáncer, en diferentes latitudes del país, y esgrime con emoción, fotografías; videos; cartas y testimonios, acompañados de resultados clínicos que demuestran cómo se le ha ganado en muchos casos la guerra al cáncer.
Pacientes renovados, sonrientes, vitales y enérgicos, han cambiado la quimioterapia por el gimnasio y hoy son muestra viviente que la vida puede prevalecer aun cuando se es atacado de muerte por el cáncer.
A pesar de que de acuerdo, con el Instituto Nacional de Cancerología, la afectación de JJ es incurable, pues ya hizo metástasis en pulmones, hígado y esófago.
Camacho afirma ver mucho más allá habla de la complejidad y urgencia que demanda tratar el evento carcinogénico primario hospedado en estómago de este paciente.
Camacho Vargas explica con una convicción científica que pareciera religiosa a su vez: “Popeye de mi mano le dará la sorpresa al mundo y a sus millones de detractores de seguir vivo y combativo, porque Colombia necesita esta leyenda entre nosotros.”
Blog de opinión escrito por:
Eliécer Santanilla Martínez
Magister en Estrategia y Comunicación Política, del Centro Interamericano de Gerencia Política, Fotógrafo, documentalista, Comunicador Social Periodista, de la Universidad del Quindío y especialista en Marketing y web 2.0, ha sido catedrático Universitario, y reportero gráfico y periodista en diferentes medios de comunicación, publicando en medios locales, nacionales e internacionales como La Crónica del Quindío, Diario El Tiempo, Revista Semana y Travesías, Ex director de comunicaciones en organizaciones del sector público y privado actualmente, CEO de la Agencia de marketing y comunicación “Cuarto Poder” y articulista de diferentes portales de periodismo investigativo y opinión.
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