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Feliz Cumpleaños, maestro Joaquín Sabina

Las opiniones de los columnistas y blogueros son de su estricta responsabilidad y no representan la opinión de 180grados.digital


Columna escrita por: Mauricio Bravo Cerón

Comunicador Social-Periodista. Universidad del Quindío. Como aspirante a escritor cree en eso que llama inspiración, pues le llega cada momento de su entorno, según dice de una frase dentro de un libro, de una conversación en la calle, de un parlamento dentro de una novela o de una noticia; en momentos como estos su fiel escudero es un celular en el cual, a manera de recordatorio, acumula frases o palabras que posteriormente trabaja, a veces en un cuaderno o a veces en un computador. Sin embargo esa inspiración debe ir acompañada de dosis de trabajo y disciplina.


La primera vez que te escuché, recuerdo que fue en Armenia Quindío Colombia, me enseñaste, dejaste grabado en mí, que “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks” puede ser la medida del amor; que se puede negar el santo sacramento en el mismo momento que ellas lo manden, pero que también es posible olvidarlas  en diecinueve días… y quinientas noches; o, bueno, quizás un poquito más; que el amor cuando no muere mata y que amores que matan nunca mueren; que un éxodo de oscuras golondrinas se parece, y cada vez más, a su ausencia.

Por eso, Feliz Cumpleaños, viejo canoso de gruesa voz, a través de cuyos sonetos, aprendí que puede pasar largo tiempo sin que nadie perfume una vieja canción o que hasta puede llegar el día en que las discotecas no tengan razón, o incluso el tiempo no cure ya el dolor, como desde épocas inmemoriales nos lo han venido contando; aprendí también de ti que se puede soñar despierto con un desierto que de sed muere, ante nuestra impotencia y que en esos casos ya no funcionan las pastillas para no soñar.

Llamas al amor un juego donde un par de ciegos, con el perdón de la redundancia y de esta carta plagio, juegan a hacerse daño; y, quizás por ese acertado atrevimiento, aunque quieras mudarte de la calle melancolía, donde habitas, a la calle de la alegría, siempre que lo intentas ha salido y, como a mí, te ha dejado ya el impredecible tranvía, durmiendo sin ella, pero soñando con su olor, su cuerpo y, cómo no, sus caricias.

Te han robado el lluvioso mes de abril y no sabes quién fue; convertido en un adicto de la incertidumbre, te ha parodiado con respeto tu amigo Serrat y hasta las puertas, cerradas por derribo, te niegan lo que esconden. Así que no queda más que sentarse en la escalera a silbar tu melodía o quizás algún día a leer esta breve y profunda carta de uno más de tus millones de seguidores, para desearte, como un paréntesis en medio de su tristeza, desde la distancia un feliz 12 de febrero.

Quisiste a alguien por encima del deber, del placer y el sufrimiento, al punto de entregarle un alma que ya no era tuya; le amaste sin alma y te llevaste hasta el aliento de su boca a cambio del tormento de tus besos, para paliar la culpa de que tu vida y la de ella no marcharan hacia un mismo rumbo. Le dijiste adiós con ganas de volver a verla, pero, en lo que parecía una broma macabra del destino, al regresar encontraste en lugar de un bar un banco hispanoamericano; y no, quizá no fue un sueño, pero terminaste esposado y tal vez en una celda, no una de barrotes, no una fría y dura, si no una de soledad donde poco a poco derramaste, como no, una extraña canción de amor.

Sólo tú sabrías reír como llora Chavela, mientras paseas por el Boulevard de los sueños rotos, llevando a tu espalda un cajón de la firma Pandora, entre tinteros borrachos de tinta que ordeñas a diario, queriendo encontrar y escribir la canción más hermosa del mundo. Te tocaba crecer y creciste, vaya si creciste; y a la par nosotros, entre las profundas letras de tus canciones. De fondo un aroma a tiramisú de limón, llegaba y desaparecía, cual ave de paso.

Feliz Cumpleaños por tus matemáticas donde, como las mías y las de quienes amamos la palabra escrita, dos uno más uno no es igual a dos. Por ese brindis a esos abuelos sin medallas que a sus nietos hablan de la vida, del día a día, del tedio de la rutina, del amor y hasta del odio, en fin, de cualquier tema, menos de batallas; y hasta por el sexo, ese del que hablas como la única guerra sin héroes, ni vencidos, ni mártires, ni siquiera santos;

Feliz Cumpleaños, Messie Madrid, maestro Joaquín Sabina o como más te guste que te llamen, aunque últimamente andes empeñado en negarlo todo, desde la leyenda del suicida, hasta la verdad; desde ser un libro abierto, hasta tus 69 febreros.

Espero poder verte algún día y donde la vida disponga que nos encontremos: Tú allá en el escenario, cual ese chulo de musas que alguna vez quisiste ser: sacándole jugo a tus musas y lágrimas de mis ojos, mientras mi desafinada voz entona tus melodías;

Yo acá, entre el público, coreando tus canciones, aunque  exista el temor de amanecer sin voz, e imaginando que, después de esa noche, ya mi lado artista, ese del que brotan versos para terminar en hojas de papel o quizás en el corazón de alguien, ese otro yo que pertenece más a la palabra escrita, y a quienes me inspiran y me leen aún sin conocerme, que a mí mismo, puede morir 50% contento.

Tan joven y tan viejo, en medio de tu miedo a envejecer, tu vida alrededor, como la mía cuando escribo, ya no es tan tuya. Acaso preguntarás con la frente marchita ¿Y ahora qué? Y quisiera responder: si ya te tocó bailar con la más fea y viviste para cantarlo, si ya te asusta más la muerte de un amigo que la que a ti te ronda, mientras tanto lleva contigo tu sombrero, por si acaso se presenta una buena, una interesante ocasión para quitártelo.

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